Probablemente alguna vez habrás oído hablar de mí e incluso puede que mi nombre no te resulte extraño. Se me conoce por Casca, Cascarria, Casquitorro y Casconcillo pero, sin duda, mi nombre favorito es Cascarrabias, es el más fiel a mis principios, ya que, como te darás cuenta a medida que leas mis historias, me mosqueo con cierta facilidad. No sabría decir por qué, supongo que soy sensible.

Antes de nada, me gustaría advertirte de que no soy ningún héroe de esos que estarás acostumbrado a ver en relatos tradicionales. Yo no salvo princesas, ni lucho a favor de causas nobles, no voy en busca de reconocimiento, así como tampoco me preocupa lo que pase en este mundo, ni en ningún otro si lo hubiera. Te aseguro que si alguna vez he hecho algo bueno por alguien ha sido mera casualidad y me disculpo ante mí porque no era mi intención. Soy pirata, y los piratas nos hemos convertido en lo que ahora somos y, cada uno con sus razones, nos mantenemos a bordo en esta condición. 

Lo que te estarás preguntando es por qué demonios alguien como yo decide emprender la aventura más engorrosa de todas, relatar sus propias aventuras. La respuesta es bien simple y comprensible, estoy endeudado hasta la punta de la pluma con un cronista remilgado que ha decidido dar por saldada la cuantía si a cambio se convierte en mi compañero y escriba de mis aventuras. No fue algo que me resultara fácil de aceptar, ni a él de conseguir pero, tras días y días de absoluta insistencia y pesadumbre, tuve que ceder. Bien, por no aguantar más sus innatas cualidades de pesado latoso, o bien, porque no me quedaban muchas más alternativas para liquidar la deuda airoso. Probablemente ambas.

Así que, aquí empieza esto. Las aventuras del pirata Cascarrabias con su fastidioso cronista, no sé cuál será el título que finalmente decidirá, pero este no suena del todo mal. 


Continuará...